5 de febrero del 2011
Jaime López Casas fundó en 1979 Protofiber, una empresa dedicada a la fabricación de materiales de fibra, sobre todo para la industria médica. Su empresa siempre fue una pyme, que tuvo épocas buenas y épocas no tan fructíferas.
El cambio radical llegó cuando López se decidió a hacer realidad su sueño de toda la vida: amante de los autos, el dueño de Protofiber siempre había querido diseñar y fabricar un auto hecho de fibra, totalmente nacional, para competir con las grandes marcas automotrices.
El desafío no era sencillo. Una pyme lanzada a la fabricación de automóviles en un país (México) que hasta ese momento sólo ensamblaba piezas de los modelos de las marcas internacionales, era para muchos algo utópico.
Tan es así, que López se tomó doce años de experimentación en Protofiber para concluir con la fabricación de su primer modelo, que tuvo desde el inicio características diferenciales con los autos tradicionales. En primer lugar, estaba hecho de fibra, en una única pieza entera, no ensambladas como las demás. Esto le daba mayor seguridad y durabilidad al producto en comparación con la competencia.
Para llevar a cabo el proyecto, y en la medida que se fue materializando, López obtuvo ayuda del gobierno mexicano, interesado en la posibilidad de tener un automóvil de entero diseño y fabricación nacional. “Las tecnologías de producción y de funcionamiento se crearon aquí, en nuestro país. Nada se importó”, cuenta orgulloso el padre de la criatura.
En esta primera instancia, López planea apuntar con su modelo A1 (un utilitario) al mercado del turismo a través del arrendamiento de los autos y la fabricación personalizada, y destinar su modelo A2 al público común que desee comprarlo.
Fueron muchos años de sueños primero y de trabajo concreto después para llegar a un objetivo que se presumía utópico y que hoy es toda una realidad.
Fuente: Mundo Ejecutivo
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