En los años 90, Miguel Angel Dávila, contador público, estaba cursando en Harvard un postgrado de administración de Estado, porque pensaba retornar a México y trabajar en la administración pública.
Un día en que no tenía demasiado para estudiar, se le ocurrió ir al cine, en donde se encontró de casualidad con un compañero de clase. No se habían hablado mucho anteriormente, por eso a su compañero, como para romper un poco el hielo, se le ocurrió preguntar: “¿Y cómo son los cines en México?”
Los segundos que se tomó para responder una pregunta tonta y simple, fueron toda una revelación. En un mundo donde todos creemos que ya está todo inventado, Miguel Angel se dio cuenta de que en su país ir al cine era una verdadera odisea: salas rotas, malos tratos, suciedad, etc.
Fue así como Miguel Angel se asoció con ese compañero accidental y con otro mexicano que también estaba estudiando en Harvard, para realizar un estudio de mercado sobre la industria cinematográfica en México: “Partimos de la base de que si el estadounidense iba al cine, el mexicano no tenía por qué no ir si se ponían salas de buen nivel”, relata Miguel Angel.
Mientras todos los otros estudiantes de Harvard se iban a trabajos seguros en importantes compañías, estos tres aventureros arriesgaron todo en su propio negocio. El comienzo era construir dos cines con un costo de 3 millones de dólares cada uno. Debían conseguir los inversores. Para eso, realizaron una reunión de inversionistas y explicaron el proyecto. A nadie le interesó, salvo a un ejecutivo del JP Morgan, que al ver el entusiasmo de los jóvenes emprendedores, otorgó el financiamiento requerido.
Al día de hoy, Cinemex ha logrado tener más de 360 pantallas, controla el 50% de la asistencia a las salas de la Ciudad de México, tiene más de 2000 empleados, factura más de 150 millones de dólares al año, cuenta con 30 millones de asistentes anuales y representa la segunda cadena de cines más grande de ese país.
Fuente: Nato y MPAA
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