22 de julio del 2011
Ubicado en la colonia Condesa, cuenta con una treintena de platillos mexicanos
La damiana es un arbusto floral (Turnera Diffusa, conocida también como hierba de la pastora u oreganillo), nativo de Baja California, cuya infusión, entre otras características, es supuestamente afrodisiaca.
Cuando un grupo de empresarios mexicanos invitaron al chef Gerardo Vázquez Lugo a formar parte de un nuevo restaurante, al efectuar pruebas de platillos y bebidas, escogieron especialmente un mezcal con sabor a licor de damiana, ergo, surgió el nombre del nuevo negocio ubicado en Avenida Nuevo León 120, esquina con Ozuluama, en el corazón de la Colonia Condesa.
El local está alojado en un antiguo pequeño departamento (proyecto del afamado Arquitecto Francisco Panchito Serrano) de los años 40 en el que se respetaron muchos detalles originales que reflejan un ambiente de aquella época, entre ellas la cocina, en donde laboran dos cocineros dirigidos por Gerardo, el baño, y hasta las copas de cristal alemán para licores de la marca Spiegelau.
La carta de Gerardo, de comida casera mexicana, consta de una treintena de platillos elaborados con productos totalmente frescos y orgánicos, suministrados por proveedores especialmente cuidadosos en esos renglones. La sabrosa comida que disfruté fue ésta:
Para abrir el apetito, mezcal guerrerense Nauyaca, de agave cupreata de hoja redondeada, de sabor sutil, servido con rodajas de naranja y xoconostle seco en lugar de sal. De entraditas, un itacate de quelites y queso de cabra, que incluye quintoniles, mezclados con un guisado de jitomate, ajo, cebolla, champiñones y epazote, envueltos con queso de cabra en una hoja de totomoxtle (hoja de maíz) y puesto al vapor, resultando un especie de tamalito que puede disfrutarse en tacos.
Otra entradilla, las picaditas veracruzanas, hechas de masa de maíz criollo del Bajío nixtamalizado, cocidas en el comal y con tres salsas, roja, verde o de chipotle, rematadas con queso fresco desmenuzado.
De sopa, fideo finito guisado con caldillo de jitomate y chile pasilla, servido con rodajas de aguacate, huevo duro, crema de rancho y espolvoreado con queso Cotija.
El primer plato fuerte, pollo en salsa verde y verdolagas, elaborado con tomate verde, cilantro, chile jalapeño, servido con pierna y muslo de pollo deshuesados.
El segundo plato fuerte, un clásico difícil de encontrar, lengua de res al albañil, preparada con este órgano hervido en agua salada, pelada y cortada en finas tiras, guisada en jitomate, hierbas, ajo y cebolla, ideal para taquear con tortillitas frescas; el protocolo que debe seguirse es: primero la tortilla, después una base de arroz (para que absorba la salsa), sigue la lengua y finalmente rematar con frijoles de la olla.
El postre, tres bolas de helados artesanales (marca Helados Finno), una de chocolate de agua oaxaqueño, otra de tascalate (bebida chiapaneca de cacao, maíz, piñones, canela y axiote) y la última de infusión de damiana.
Ubicado en la colonia Condesa, cuenta con una treintena de platillos mexicanos
La damiana es un arbusto floral (Turnera Diffusa, conocida también como hierba de la pastora u oreganillo), nativo de Baja California, cuya infusión, entre otras características, es supuestamente afrodisiaca.
Cuando un grupo de empresarios mexicanos invitaron al chef Gerardo Vázquez Lugo a formar parte de un nuevo restaurante, al efectuar pruebas de platillos y bebidas, escogieron especialmente un mezcal con sabor a licor de damiana, ergo, surgió el nombre del nuevo negocio ubicado en Avenida Nuevo León 120, esquina con Ozuluama, en el corazón de la Colonia Condesa.
El local está alojado en un antiguo pequeño departamento (proyecto del afamado Arquitecto Francisco Panchito Serrano) de los años 40 en el que se respetaron muchos detalles originales que reflejan un ambiente de aquella época, entre ellas la cocina, en donde laboran dos cocineros dirigidos por Gerardo, el baño, y hasta las copas de cristal alemán para licores de la marca Spiegelau.
La carta de Gerardo, de comida casera mexicana, consta de una treintena de platillos elaborados con productos totalmente frescos y orgánicos, suministrados por proveedores especialmente cuidadosos en esos renglones. La sabrosa comida que disfruté fue ésta:
Para abrir el apetito, mezcal guerrerense Nauyaca, de agave cupreata de hoja redondeada, de sabor sutil, servido con rodajas de naranja y xoconostle seco en lugar de sal. De entraditas, un itacate de quelites y queso de cabra, que incluye quintoniles, mezclados con un guisado de jitomate, ajo, cebolla, champiñones y epazote, envueltos con queso de cabra en una hoja de totomoxtle (hoja de maíz) y puesto al vapor, resultando un especie de tamalito que puede disfrutarse en tacos.
Otra entradilla, las picaditas veracruzanas, hechas de masa de maíz criollo del Bajío nixtamalizado, cocidas en el comal y con tres salsas, roja, verde o de chipotle, rematadas con queso fresco desmenuzado.
De sopa, fideo finito guisado con caldillo de jitomate y chile pasilla, servido con rodajas de aguacate, huevo duro, crema de rancho y espolvoreado con queso Cotija.
El primer plato fuerte, pollo en salsa verde y verdolagas, elaborado con tomate verde, cilantro, chile jalapeño, servido con pierna y muslo de pollo deshuesados.
El segundo plato fuerte, un clásico difícil de encontrar, lengua de res al albañil, preparada con este órgano hervido en agua salada, pelada y cortada en finas tiras, guisada en jitomate, hierbas, ajo y cebolla, ideal para taquear con tortillitas frescas; el protocolo que debe seguirse es: primero la tortilla, después una base de arroz (para que absorba la salsa), sigue la lengua y finalmente rematar con frijoles de la olla.
El postre, tres bolas de helados artesanales (marca Helados Finno), una de chocolate de agua oaxaqueño, otra de tascalate (bebida chiapaneca de cacao, maíz, piñones, canela y axiote) y la última de infusión de damiana.
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