1 de septiembre del 2011
En 1994, Amador Flores y Rosalba Olvera, padres de Jorge Adalberto Amador, comerciantes de oficio desde hace 16 años, vieron en la comercialización de todo tipo de llaveros un mercado no explotado y decidieron especializarse en él.
Es así como surge Llaverolandia, un negocio familiar que más tarde no sólo involucró a los jefes de la familia, sino a dos de los tres hijos del matrimonio.
“El negocio, que en un principio era de cosméticos, se presentaba en varias ferias de la República Mexicana. Con el tiempo mi papa incluyó los llaveros, pues buscaba ofrecer algo diferente a sus clientes. Así que comenzó a perfeccionar la manera de exhibir sus productos y cambió los cosméticos por los llaveros”, detalla Jorge.
La demanda de este producto fue cada vez más grande. El padre del joven empresario dejó de vender al menudeo para convertirse en mayorista y poner una tienda en el Centro de la ciudad en 1998. Hoy Llaverolandia cuenta con una colección de más de 1,000 modelos diferentes.
“La tienda fue un éxito, comenzamos a tener un trato directo con los fabricantes de llaveros y dejamos de acudir a las distribuidoras como intermediarios. Hace tres años que ya nos hicimos fabricantes en el proceso de metales, pues un proveedor nos vendió su maquinaria”, explica el director de operaciones.
Jorge estudió diseño industrial y a su cargo está el la creatividad y producción de los llaveros. Se encarga de hacer diseños exclusivos y en la colección de esta tienda ya hay un recuerdo turístico para cada ciudad del país, desde Cancún hasta el norte de México.
Llaverolandia tiene hoy cuatro sucursales: ciudad de México (1998), Real del Monte, Hidalgo (2003), Acapulco, Guerrero (2005) y Tepoztlán, Morelos (2006).
La creciente demanda de los souvenires, llaveros, accesorios y productos de novedad que vende Llaverolandia comenzó a crecer; los fundadores pensaron en el modelo de franquicia como una opción rentable para expandir su negocio.
Fue así como el proyecto comenzó en julio del 2009. Jorge conocía ya la idea de los negocios probados y al acudir a la Semana Pyme del año pasado, encontró en la consultoría Feher and Feher un apoyo para franquiciar el negocio.
Con el apoyo de la Secretaría de Economía obtuvieron un crédito por 260,000 pesos para
migrar a las franquicias y actualmente están haciendo los últimos trámites para comenzar a conceder unidades.
“Realizar los manuales de operación, con los cuales transmitiremos nuestros conocimientos y experiencia en el negocio y la forma de hacer las cosas, ha sido el mayor reto que hemos enfrentado, porque aunque conozcamos el proceso, no significa que lo tuviéramos por escrito”, reconoce el empresario.
La evolución de empresa familiar a franquicia también fue difícil, ya que “era necesario que todos: empleados y familia, estuviéramos listos para hacer el gran cambio”, dice Jorge.
Llaverolandia dejo de hacer sus cuentas con pluma y papel e integró la tecnología a sus tiendas, invirtió en un sistema de punto de venta y control de inventarios también.
Entre sus planes está el de abrir tres sucursales propias en los próximos años (Centro Histórico, Coyoacán y Zona Rosa), posteriormente llegar a los Pueblos Mágicos (Tequila, Guadalajara y Cancún en un principio) y terminar el proyecto de franquicias en dos meses.
“Desde pequeños, mi padre nos planteó que fuéramos nuestros propios jefes, que no entráramos a un trabajo por tener un empleo fijo, sino para adquirir experiencia y para que pudiéramos ser autosuficientes e iniciar un negocio propio, porque nosotros también podíamos ser emprendedores.”
En 1994, Amador Flores y Rosalba Olvera, padres de Jorge Adalberto Amador, comerciantes de oficio desde hace 16 años, vieron en la comercialización de todo tipo de llaveros un mercado no explotado y decidieron especializarse en él.
Es así como surge Llaverolandia, un negocio familiar que más tarde no sólo involucró a los jefes de la familia, sino a dos de los tres hijos del matrimonio.
“El negocio, que en un principio era de cosméticos, se presentaba en varias ferias de la República Mexicana. Con el tiempo mi papa incluyó los llaveros, pues buscaba ofrecer algo diferente a sus clientes. Así que comenzó a perfeccionar la manera de exhibir sus productos y cambió los cosméticos por los llaveros”, detalla Jorge.
La demanda de este producto fue cada vez más grande. El padre del joven empresario dejó de vender al menudeo para convertirse en mayorista y poner una tienda en el Centro de la ciudad en 1998. Hoy Llaverolandia cuenta con una colección de más de 1,000 modelos diferentes.
“La tienda fue un éxito, comenzamos a tener un trato directo con los fabricantes de llaveros y dejamos de acudir a las distribuidoras como intermediarios. Hace tres años que ya nos hicimos fabricantes en el proceso de metales, pues un proveedor nos vendió su maquinaria”, explica el director de operaciones.
Jorge estudió diseño industrial y a su cargo está el la creatividad y producción de los llaveros. Se encarga de hacer diseños exclusivos y en la colección de esta tienda ya hay un recuerdo turístico para cada ciudad del país, desde Cancún hasta el norte de México.
Llaverolandia tiene hoy cuatro sucursales: ciudad de México (1998), Real del Monte, Hidalgo (2003), Acapulco, Guerrero (2005) y Tepoztlán, Morelos (2006).
La creciente demanda de los souvenires, llaveros, accesorios y productos de novedad que vende Llaverolandia comenzó a crecer; los fundadores pensaron en el modelo de franquicia como una opción rentable para expandir su negocio.
Fue así como el proyecto comenzó en julio del 2009. Jorge conocía ya la idea de los negocios probados y al acudir a la Semana Pyme del año pasado, encontró en la consultoría Feher and Feher un apoyo para franquiciar el negocio.
Con el apoyo de la Secretaría de Economía obtuvieron un crédito por 260,000 pesos para
migrar a las franquicias y actualmente están haciendo los últimos trámites para comenzar a conceder unidades.
“Realizar los manuales de operación, con los cuales transmitiremos nuestros conocimientos y experiencia en el negocio y la forma de hacer las cosas, ha sido el mayor reto que hemos enfrentado, porque aunque conozcamos el proceso, no significa que lo tuviéramos por escrito”, reconoce el empresario.
La evolución de empresa familiar a franquicia también fue difícil, ya que “era necesario que todos: empleados y familia, estuviéramos listos para hacer el gran cambio”, dice Jorge.
Llaverolandia dejo de hacer sus cuentas con pluma y papel e integró la tecnología a sus tiendas, invirtió en un sistema de punto de venta y control de inventarios también.
Entre sus planes está el de abrir tres sucursales propias en los próximos años (Centro Histórico, Coyoacán y Zona Rosa), posteriormente llegar a los Pueblos Mágicos (Tequila, Guadalajara y Cancún en un principio) y terminar el proyecto de franquicias en dos meses.
“Desde pequeños, mi padre nos planteó que fuéramos nuestros propios jefes, que no entráramos a un trabajo por tener un empleo fijo, sino para adquirir experiencia y para que pudiéramos ser autosuficientes e iniciar un negocio propio, porque nosotros también podíamos ser emprendedores.”
Tweet |
0 comentarios:
Publicar un comentario